lunes, 24 de diciembre de 2012

Estamos viviendo momentos muy especiales.
Somos protagonistas privilegiados de todos los cambios que se vienen produciendo en Argentina y en Latinoamérica.
Y tenemos que ser concientes de esta realidad.
En América Latina hemos vivido algunas alegrías muy importantes. En el pasado mes de Octubre, el pueblo de Venezuela renovó su apoyo para un nuevo período presidencial de Hugo Chávez, y hace pocos días, en las elecciones legislativas y para gobernadores, el PSUV (Partido Socialista Unificado de Venezuela) ganó en 20 de los 23 estados. Un contundente triunfo. Y en pocas semanas más, esperamos volver a celebrar cuando Rafael Correa  gane las elecciones del 17 de febrero para ser reelegido como Presidente de Ecuador. Y  nos preocupa y nos entristece la crisis de salud por la que atraviesa el Comandante Hugo Chávez, y tenemos esperanzas de que pueda recuperarse e iniciar el próximo 10 de Enero un nuevo período presidencial. Pero si así no fuere, del pueblo de Venezuela van a surgir nuevos  hombres y  mujeres, que se convertirán en nuevos referentes, para seguir adelante con  la Revolución Bolivariana.
En Argentina también han ocurrido cosas importantes: entre muchas otras medidas, se nacionalizó YPF; se termina en pocos días la plena implementación de la Ley de Medios; hay, por ahora, 370 genocidas condenados y se acaba de expropiar el predio de la Sociedad Rural Argentina, símbolo de la oligarquía terrateniente. Y vamos por más: es necesario e impostergable la reforma del Poder Judicial, que es un centro de poder donde las multinacionales y el gran capital consiguen defensores para sus intereses. Y también pensamos que es necesario realizar una reforma impositiva que grave de manera especial las grandes ganancias y los grandes patrimonios para seguir adelante con la redistribución del ingreso. Y que es hora de iniciar la elaboración de un proyecto de reforma a la Constitución que recoja todos los avances y cambios que se vienen operando en los últimos años, para lograr más libertad, más democracia y más igualdad.
Estamos en los albores de una nueva batalla electoral donde, entre otras cosas, se juega la posibilidad de la reelección de Cristina. Pero si ello no se consiguiera, el pueblo argentino va a consagrar a otros hombres y a otras mujeres para seguir adelante con todos los cambios que se vienen operando. No es un problema de nombres, es un problema de ideas. Y cuando esas ideas son tomadas por los pueblos, no hay ni puede haber marcha atrás.
Seguimos apostando a afianzar todos los lazos organizativos y políticos con todas las agrupaciones afines, en un marco plural y democrático, que nos permita estar a la altura que las circunstancias exigen, y que cada vez, exigen más. 
Y esperamos que el 2013 podamos dar pasos decisivos para diagramar un proyecto para la Ciudad de Buenos Aires, para la Buenos Aires del futuro,  que de respuesta a todos sus temas y que sirva de base de lanzamiento para  recuperar Buenos Aires para el proyecto nacional y popular.
Este es nuestro mensaje y nuestro brindis.

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jueves, 6 de diciembre de 2012

UNA NUEVA ETAPA HISTORICA EN LATINOAMERICA


Para analizar la situación política de Argentina y decidir un curso de acción a partir de ese análisis, resulta imprescindible comprender la fase actual que atraviesa el capitalismo en el continente y en el mundo. Intentaremos abordar esas cuestiones en forma sintética:

  1. Los países capitalistas avanzados viven una formidable crisis que los atraviesa en el mismo centro y hace que su principal preocupación sea como la enfrentan y la resisten. Deben centrar su atención, y de manera prioritaria, en los acontecimientos que se suceden dentro de sus fronteras.  Desde hace varios años (2007/2008), EE.UU. y Europa ven como caen la producción y el empleo, y sus economías o crecen a tasas muy bajas o son, directamente, negativas.  Europa, que también forma parte del centro capitalista, se debate en una situación límite, con algunos países que están directamente en bancarrota como son Grecia y España. Y la crisis se siente con todas sus fuerzas también en otros países, como Irlanda, Portugal, Islandia…..Quiebran las entidades financieras y cientos de empresas, aumenta el desempleo y la pobreza, y siguen los  ajustes fiscales y sociales, para que la crisis sea pagada, básicamente, por los sectores populares. Frente a tamaña situación aparecen importantes movimientos espontáneos de resistencia, aunque todavía es prematuro pronosticar cual será la evolución de estos procesos.  Pero sí es posible afirmar que la crisis capitalista de los países centrales se extenderá por varios años más, sin que se vea, aún, como la burguesía saldrá de ella. Y  que hoy, su poder mundial se ha debilitado, y debe ocuparse, básicamente, de cómo salir de sus grandes y graves problemas internos.

  1. También han aparecido rebeliones populares en varios países del norte de Africa y en Asia, dando cuenta de que se globaliza la resistencia de los pueblos a los planes de las clases dominantes, y reclaman más democracia y una distribución del ingreso más equitativa. Todavía ninguno de estos procesos ha dado a luz una organización revolucionaria  y nada indica, hasta ahora, que los dirigentes de esas resistencias apunten a la toma del poder desde una perspectiva socialista.

  1. Entretanto, en América Latina se observa desde 1998 un cambio muy profundo, que ha dado lugar a  una nueva etapa histórica en su desarrollo económico y social. Se ha roto la dependencia política y económica con EE.UU.  y se transita un camino de independencia, con distintos ritmos y diferentes objetivos. Mientras que algunos avanzan hacia el socialismo –con limitaciones y  dificultades- como Venezuela, Ecuador y Bolivia; otros sólo aspiran, por ahora, a atenuar los efectos de la dominación capitalista,  con mayor democracia, y con mejoras sociales y económicas. Pero no es posible analizar la realidad particular de ninguno de los países de Sudamérica, sin tomar en cuenta  como se va transformando y en un sentido positivo, el mapa continental.  Toda esta región ha estado, desde el fin de la segunda guerra mundial bajo el dominio de EE.UU., habiendo sido sus gobiernos, ya sea llegando por elecciones o por golpes militares, absolutamente serviles a sus intereses. Este cuadro se rompe con la llegada de Hugo Chávez al gobierno de la República Bolivariana de Venezuela en 1999, iniciando un proceso que luego se continuará, aunque cada uno con sus particularidades y diferencias, en casi todo el resto de América Latina. Forman parte de ese cambio los gobiernos de Brasil, Uruguay, Bolivia, Ecuador y Argentina.  Y no podemos dejar de mencionar un hecho muy singular, que grafica de manera muy explícita la nueva situación que vive nuestro continente. En Colombia es Presidente Juan Manuel Santos, ex Ministro de Defensa  de Alvaro Uribe, casi con seguridad un miembro de la CIA, que reportaba al Departamento de Estado de EE.UU. En oportunidad de celebrarse en Cartagena, Colombia, la Sexta Cumbre de las Américas, los días 14 y 15 de abril de 2012, se le volvió a impedir a Cuba la posibilidad de participar, por la negativa de EE.UU a aceptar su ingreso.  Santos, el ex Ministro de Defensa de Uribe, ahora devenido Presidente de Colombia, viajó a Cuba para saludar a Hugo Chávez que estaba internado en un sanatorio en La Habana por sus problemas de salud, y se reunió con Fidel Castro para disculparse por no poder invitar a Cuba a participar de la Cumbre. Es un gran gesto político que sólo puede entenderse, comprendiendo lo que pasa en el mundo capitalista y en Latinoamérica.

Con la llegada de Hugo Rafael Chávez Frías, el 2 de Febrero de 1999, a la Presidencia de la República Bolivariana de Venezuela, se inicia un nuevo ciclo en Sudamérica. Su programa hablaba de dar una respuesta a los sectores más necesitados de la población, y que el Estado resolviera sus carencias en salud, educación, vivienda y alimentación. Y a poco de andar, entendió que la resolución de las tareas democrático-burguesas incumplidas, lo llevaban, inevitablemente, a enfrentar a las multinacionales y a la burguesía aliada a ellas, para lo cual comenzó a transitar, lo que él mismo denominó, el camino del Socialismo del Siglo XXI.  Una experiencia singular, inédita, pues en Venezuela el gobierno socialista debe convivir con la burguesía, opositora y enemiga, y convalidar su supremacía, cada tanto, en elecciones democráticas. El pueblo de Venezuela, su gobierno, Chávez y el Partido Socialista Unificado de Venezuela (PSUV) están escribiendo la historia: no existen antecedentes anteriores de una experiencia similar.  Hugo Chávez ha liderado los cambios en todo el continente,  usando un nuevo lenguaje que lo diferencia de la izquierda clásica. Chávez ha rescatado la historia de Latinoamérica, desde los mismos pueblos originarios que enfrentaron y lucharon contra el colonialismo español, retomando la epopeya de los revolucionarios del siglo XIX, que fueron derrotados por la nueva burguesía que repelía las ideas de libertad, igualdad y democracia que levantaban Simón Bolívar, José de San Martín, José Gervasio Artigas y tantos otros. Chávez recupera la historia, la sangre, la cultura, la tierra de este continente. Así se comunica con los pueblos y así ha edificado un enorme liderazgo que trasciende las fronteras de su país. El 22 de Enero de 2006 se suma a este proceso Evo Morales al llegar a la Presidencia de Bolivia. Un día antes. El 21 de Enero, Evo Morales asistió a una ceremonia religiosa en las antiguas ruinas de Tihuanaco donde fue coronado Apu Mallku o "líder supremo". Ésta fue la primera vez desde la coronación de Túpac Amaru en que se otorgó ese título. Después de 500 años, los pueblos originarios masacrados, humillados y marginados recuperaron el gobierno de Bolivia, produciendo una conmoción en toda América Latina. Rafael Correa llega a la Presidencia de Ecuador el 15 de Enero de 2007. En su discurso de toma de posesión, Correa se refirió a la necesidad de "la lucha por una Revolución Ciudadana, consistente en el cambio radical, profundo y rápido del sistema político, económico y social vigente".
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  1. Es la nueva historia que vive el continente y el mundo. Para analizarla es necesario dejar a un lado toda clase de recetas y de esquemas preconcebidos. Lo que está ocurriendo en esta parte del mundo es de una novedad absoluta. El análisis político que explique lo que está sucediendo  hay que elaborarlo hoy y ahora, con los  elementos sociales, políticos y económicos, que esta nueva realidad impone. Latinoamérica toda se mueve en una sola dirección: se ponen en marcha   los    desarrollos nacionales de los países capitalistas atrasados que la componen, y se comienza a transitar un camino donde los gobiernos  buscan  disminuir los niveles de pobreza, incorporando sectores sociales marginados e intentando realizar un proceso de redistribución del ingreso, dando lugar a un modelo que podemos denominar de desarrollo nacional con inclusión social, de características desiguales y contradictorias. Este proceso de transformación, que engloba a todo el continente sudamericano, tiene particularidades especiales en cada país y relaciones de fuerzas dispares, que hacen que en algunos casos se pueda avanzar con mayor rapidez y  en otros con lentitud. La otra característica inédita de este proceso histórico lo determina el hecho de que no se producen revoluciones armadas como ha ocurrido en otros momentos (Cuba, Rusia, China, Vietnam….) sino que se desarrolla a partir de que los sectores que se ponen al frente de estos cambios, llegan a los gobiernos a través de elecciones y debiendo convivir con la burguesía, que se resiste a perder su dominio por todas las formas posibles: boicot económico, intentos de golpes de Estado (como en Venezuela y Ecuador), permanente ataque de la prensa adicta y campañas de desestabilización que, a veces, como recientemente en Paraguay, consiguen su objetivo. Es bajo estas condiciones de democracia tradicional, donde los distintos gobiernos avanzan de acuerdo a determinados condicionantes: cuál es la relación de fuerzas existente, si existe o no la decisión política de saltar los límites del capitalismo y cuáles son los niveles de organización alcanzados por las fuerzas populares. Y resulta necesario detenerse en el análisis concreto y particular de cada país para sacar conclusiones sobre cada una de esas condiciones determinantes: relación de fuerzas, decisión política de avanzar hacia el socialismo y nivel de organización de los pueblos. La correlación de estos tres elementos decidirá la velocidad con que se podrá avanzar en el proceso de transformación en cada nación.

La experiencia continental muestra  dos formas organizativas novedosas e inéditas: la aparición de múltiples movimientos sociales como una nueva manera de agruparse  que adoptan sectores populares, y la creación de partidos políticos plurales y democráticos. Es la confluencia de ambas formas organizativas la que da la base social de apoyo a  los nuevos gobiernos.  

El desarrollo capitalista atrasado de las naciones sudamericanas hace que en algunos casos sean representantes de la clase media y de la propia burguesía, los que toman, también, la decisión de dar pasos de independencia política y económica de las metrópolis imperialistas,  y avanzar en ese modelo de desarrollo nacional con inclusión social que intenta incorporar a millones de hombres y mujeres a los avances sociales que se van logrando, dando lugar a un proceso que tiene una dinámica propia, más allá, incluso, de la voluntad de esos gobernantes. Hasta donde se podrá avanzar es una cuestión que dependerá del grado de organización y de conciencia que vayan alcanzando los pueblos de Latinoamérica. Y también de cómo se irán consolidando las conquistas obtenidas, pues, una vez alcanzadas será muy difícil volver hacia atrás. Pero es necesario entender que muchos de esos gobernantes, ideológicamente burgueses, y que no tienen intenciones de saltar los límites del capitalismo, dan, contradictoriamente, pasos en esa dirección,
mostrándole a los pueblos que es posible mejorar sus niveles de vida y reducir el poder económico y político de los grandes capitalistas. Y por esa razón, luego de muchas décadas de dominación oligárquica e imperialista, los nuevos gobiernos que llegan al poder en esto últimos 13 años, significan un paso adelante en el proceso de transformación revolucionaria de la América Latina. No estamos diciendo que hacen o desean hacer una revolución socialista: estamos diciendo que  aún dentro de las fronteras del capitalismo van sentando bases que minan los cimientos de ese poder y crean mejores condiciones para dar el salto hacia el socialismo. Realidad que incluso es válida para los países que con mayor consecuencia han tomado la decisión de avanzar hacia la construcción del Socialismo del Siglo XXI. Proceso que se desarrollará durante muchos años porque es necesario que estos países consigan avanzar en sus economías, que resuelvan las necesidades básicas para todos sus habitantes, y sigan recorriendo el camino de la unidad y la integración continental. Y en esta dirección vemos como hechos altamente positivos la creación y el progreso del Mercosur, la Unasur y la Celac.

  1. Argentina es un producto de toda esta realidad descripta.  Algunos sostienen que la          
llegada al gobierno de  Néstor Kirchner está causada por los acontecimientos que desencadenaron las jornadas del 19 y 20 de Diciembre de 2001. Pero nos parece que esa importante rebelión popular es una explicación parcial de los acontecimientos que se sucedieron después. Lo que estaba ocurriendo en todas partes, no sólo en Argentina, es que las políticas que el capitalismo internacional había impulsado en las últimas décadas en América Latina, denominadas neoliberales, estaban en total retirada por las graves consecuencias que habían tenido para los Estados y las distintas clases sociales.  Los pueblos se habían hartado de esas políticas “neoliberales” y tomaban conciencia de que sólo servían para aumentar la riqueza de los grandes capitalistas y de las multinacionales.  Grandes deudas del Estado, liquidación de las industrias nacionales, empobrecimiento de los trabajadores y los sectores medios de la sociedad fueron las consecuencias del llamado neoliberalismo, que no significaba otra cosa que la forma que adoptaban las políticas de dominación capitalista para América Latina. En ese cuadro de retirada de las políticas neoliberales, crecían las esperanzas de los pueblos por cambios, que encuentran su representación en los distintos referentes que ganan las elecciones: Chávez en Venezuela, Lula en Brasil, Evo Morales en Bolivia, Correa en Ecuador, el Frente Amplio en Uruguay......y Kirchner en Argentina. Todo ello contando, lógicamente, con el apoyo de la Cuba de Fidel. Esta nueva realidad es lo que explica, por ejemplo, la derrota del ALCA en Mar del Plata en 2005 con dos actores principales: Hugo Chávez y Néstor Kirchner. Y la serie continuada de acuerdos y entendimientos entre todos ellos para ir forjando la unidad continental.  Algunos tomando la decisión de avanzar hacia el socialismo –Venezuela, Ecuador y Bolivia- otros quedándose dentro de los límites del capitalismo como son el caso de Brasil y Argentina. 
En la Argentina se ponen en práctica políticas que favorecen la recuperación industrial, se toman medidas dirigidas hacia la redistribución del ingreso y se decide la recuperación de algunos sectores privatizados. El gobierno de Kirchner ya no representa directamente a los sectores más concentrados del capital y entra en contradicción con algunos de ellos, como es el caso de los sectores agropecuarios, dirigidos por la oligárquica Sociedad Rural. Con  limitaciones y contradicciones, el gobierno de Kirchner –tanto el de Néstor como el de Cristina- toma cierta distancia de los grandes grupos de poder y se suma al proceso de unidad e integración latinoamericana. No rompe los lazos económicos con las multinacionales ni toma medidas para modificar la estructura económica capitalista,  mientras vota leyes de claro contenido progresista en el orden civil. Enfrente de él, se sitúan los sectores más representativos del capital financiero internacional, que intentan volver a las políticas neoliberales y a la dependencia total de los EE.UU.

Pero no comprenden que a ese pasado ya no es posible regresar, y que el presente y el futuro del país y del continente van marchando en otra dirección. Incapaces de elaborar programas alternativos, carecen de líderes y se limitan a oponerse a todo lo que hace el oficialismo.  Pero aún así, siguen siendo la  opción política con que cuenta el gran capital. Por ahora, los sectores que pugnan por profundizar el proceso tomando medidas para restringir el dominio y el poder de las empresas multinacionales y de los grandes capitalistas, no han logrado corporizarse en una fuerza política con base social. Forman parte de las organizaciones kirchneristas, desplegando  luchas internas contra los sectores reaccionarios que permanecen dentro de ese Frente.  La sociedad, como tantas otras veces en la historia de la lucha de clases, se divide en dos: de un lado, los que se suman al nuevo proceso que vive Latinoamérica; del otro los que se oponen a él, intentando frenar las ruedas de la historia. No hay ni puede haber tercera posición: o se está de un lado o se está del otro. Así ocurre también en Venezuela, Ecuador y Bolivia.  Hay que elegir. Y  no existe espacio para dudar: hay que comprometer nuestra militancia política al lado de los que forman parte del tren latinoamericano, estrechando vínculos con las demás naciones del continente. 

            Quedan grandes cuestiones pendientes, planes económicos y leyes que impulsen el          
            desarrollo  económico  de  Argentina  y  que,   simultáneamente,   provoquen  una                
            profunda  redistribución   del ingreso,  y  todo  ello  en  un  marco  de  democracia    
            participativa.

Y junto a ello reconocemos la importancia de tantas medidas tomadas por el gobierno kirchnerista  frente a tantos años de gobiernos  de carácter oligárquico y dependiente. Por eso los sectores más concentrados del capital, junto a una Iglesia conservadora y reaccionaria, atacan con tanta saña los avances que se van logrando.  Ellos son la opción política a este gobierno.  La posibilidad de seguir adelante con las transformaciones tanto en Latinoamérica como en Argentina, depende de la continuidad de quienes conducen los gobiernos de cada país, de que se conformen fuertes organizaciones políticas y sociales que los sostengan, y de la toma de conciencia de los pueblos para seguir el avance ininterrumpido hacia un nuevo orden jurídico, político, económico, social  y cultural, el Socialismo del Siglo XXI.


             PARTICIPACION URBANA